Aprendí pronto que me gustaba leer. En casa de mis padres había una gran biblioteca dedicada al arte y a la novela.
Quizá mis antecedentes familiares tengan que ver con el arte. Mi padre escribió Las Leyendas del Ilmen y varias publicaciones técnicas; su hermano Manuel fue periodista; mi abuelo materno, Magín, fue violinista, mi abuela materna, Nellie, fue bailarina y mi tío abuelo por parte de madre, César Álvarez Comet, fue traductor profesional del francés (además de funcionario de Correos) y poeta ultraísta (Talismán de Distancias. Madrid, 1934), tertuliano en el café Gijón y parece ser que amigo de Borges. Claro que a Borges le han salido amigos hasta debajo de las piedras.
Empecé a escribir historias pornográficas a los 14 años. Continué con relatos de ciencia ficción que nunca edité ni se me ocurrió llevar a editar salvo uno que presenté a un concurso de Radio Juventud con la misma idea que Depredador, sólo que unos 10 años antes de la película.
Muchos años después, en 1992, publiqué mi primer artículo fuera del ámbito técnico de la arquitectura: La Saga de Ender. Una interpretación. Este ensayo que es de libre lectura en TÉRMINUS TRÁNTOR, la enciclopedia galáctica de la ciencia ficción española, apareció en el fanzine BEM (BEM nº 22, 1992), con el que colaboré muy a gusto durante un par de años. A sus editores les debo la confianza que depositaron en mí con la columna mensual de crítica de cine El Espectador Imposible y el resto de artículos que les envié.
Una vez dentro del mundo de los aficionados españoles a la Ciencia Ficción me arranqué de manera definitiva. El primer relato fue La Verdadera historia del María Galante, que apareció en la recopilación Visiones Propias II, 1993 .
Luego vino Verga de Toro (revista Cyberfantasy nº 4, 1994) que, según Javier Redal, tiene el honor de ser el primer relato pornográfico de la ciencia ficción española. En esas fechas tuve la suerte de asistir a un taller literario de Elia Barceló en Andorra (con otros autores ahora reconocidos, como León Arsenal o Georgina Burgos) donde aprendí muchísimo en muy poco tiempo.
Después apareció Isla Soledad, en el fanzine Bucanero nº 10, 1998 y más tarde El Precio de un Sueño, en el fanzine Framauro nº 1, 2000.
En cuanto a las publicaciones técnicas fui coautor en dos publicaciones del Consejo General del Poder Judicial en 2004 y en 2007: Aportación a la Justicia de las nuevas técnicas periciales y La práctica pericial: formación, acceso y metodología, respectivamente.
Como arquitecto dedicado a las lesiones de la construcción. En este campo publiqué en 2012 con la editorial Wolters Kluwer el libro ¿Qué pasa aquí? Manual práctico para la investigación y diagnóstico de las lesiones de la edificación, que está aquí.
Cuando acabe Arquitectura comencé con la carrera de Filosofía, pero la dejé a punto de iniciar tercero porque, en medio de un examen, me pregunté: ¿Qué haces aquí? En ese examen (recuerdo que era de historia de la filosofía) vi claro que prefería saber un poco de todo. Acabé la prueba, saqué buena nota y dejé esos estudios. La verdad es que lo aprendido en Filosofía me ha servido de mucho.
Compagino mi afición de escribir con la de fotografiar, y ambas con la arquitectura, de manera que en esto de la creación artística desde siempre tengo como referente a Leonardo Da Vinci.
En relación a lo literario, no pretendo hacer literatura social ni enseñarle nada a nadie. Tampoco quiero estar en corrientes intelectuales o literarias, pero digo sin pudor que he aprendido muchísimo leyendo y estudiando la obra de Gabriel García Márquez. Gracias a él pongo la mirada en las cosas sencillas y en las complicaciones infinitas de las personas normales.
Lo que más me gusta es fijarme en la gente y en lo que me rodea para que aparezcan en mis historias. Hay quien me pregunta de dónde saco mis personajes. Me surgen de la gente que veo por la calle o con la que me relaciono, ya sea por su físico, por su forma de hablar o por su forma de ser, por sus ideas o por sus manías, por sus características o por sus excelencias; por sus ocurrencias o por sus mezquindades.
Una última declaración: las obras que publico han pasado antes por la revisión de varios lectores de confianza. Vaya para ellos mi mayor agradecimiento; se lo han ganado de verdad.
Hola Fernando. Encantado de saludarte. Puedo asegurarte que yo fui uno de los lectores que disfrutaron con esos cuentos de ciencia ficción que escribiste en los 90′. Como no encuentro tu email, te pregunto aquí: estoy escribiendo un artículo sobre los premios Domingo Santos y sospecho que tu relato «La trampa» (que luego publicaste en Amazon) pudo ser uno de los finalistas del año 2013. ¿Es así? Si prefieres responderme en privado: literfan@yahoo.es
Mariano Villarreal
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